(Imagen: En la red)
El devorador
Guardaba los recuerdos en el bolsillo de la chaqueta. Siempre
me pareció más práctico: solo con introducir la mano sacaba el que necesitaba.
Era el sistema que usé desde la niñez y siempre me funcionó. Mi madre era muy
apañada para estas cosas. Me enseñó también a esconder los secretos debajo de
la lengua y a decir las palabras bonitas con los ojos.
Un día noté que me seguían. Era un perro canijo que iba tras
de mí a todas partes. En realidad no era pequeño, ni parecía un perro. Era un
animal desconocido bastante grande. En
verdad era casi tan alto como yo, pero no lograba reconocerlo. Busqué en mi
bolsillo el recuerdo que necesitaba para la ocasión, y me di cuenta de que
tenía un agujero en el fondo.
No se puede tener todo controlado, je je.
ResponderEliminarAbrazo Barlon.
Bueno, he intentado plasmar la pérdida de memoria, pero no sé si he acertado.
ResponderEliminarSaludísimos.