Accidentalmente
La princesa Greed corregía coqueta la inclinación de su diadema ante su
gran espejo de pared cuando Sir Wallbrige llegó. Invitado del Rey, era
hijo de un difunto amigo, y su presencia revolucionó la fortaleza como
pocas veces. Apuesto y embriagador, se convirtió en la comidilla de las
muchachas de la corte. Alegró los días al monarca y vivió las noches de
fiesta en fiesta. Pero Wallbridge cometió un error. Guiado por el
alcohol y su afilado sentido del humor osó bromear sobre el ridículo
Lord Bedfort, feliz prometido de la princesa. Las palabras altisonantes y
los agarrones quedaron emplazados para la mañana siguiente, a pistola.
El Rey, obligado por las normas de hospitalidad, se posicionó como
padrino de Wallbribge mientras que el hombre de confianza de Lady Greed,
capitán de su guardia personal, se ofreció a defender el honor del
estirado Bedfort, que, medroso, no dudó en aceptar.
Diez pasos contó
cada uno antes de girarse y, tras soltar el aliento retenido, liberaron
truenos sobre la mañana, despidiendo a los pájaros. Dos balas certeras
para una tragedia. El Rey y su futuro yerno recibieron por extraño azar
los disparos mortales, mientras la heredera no podía evitar sonreír.
Relato humilde presentado en Esta Noche Te Cuento. Enlace.
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